No me rompas que me enamoro.

Un mes, 24 días, 3 horas y casi 15 minutos...desde que cerraste la puerta para no volver a abrirla. Tantos días y tantas noches en vela dibujando sonrisas nonatas, sintiendo miradas perdidas y aludiendo a aquella conversación a la que no nos atrevimos a meter mano. Tanto tiempo...hasta ahora.

Llegas sin llamar. Rompes de nuevo esa puerta cerrada pero esta vez hacia dentro. Me partes en dos; me quiebras con ella. No importa. Da igual. Llegas. Llegas para preguntar qué tal me va y realmente no sé si cuestionas mi estado actual o mi supervivencia sin ti a mi lado.

"Tú, mi, me, conmigo" sería la respuesta idónea si no fuera porque ya no somos parte del mismo libro que un día compartimos. Sí, un libro. Porque no éramos las historias vividas que luego contábamos con besos y caricias. Éramos mucho más. Más. Éramos aquel libro del mueble del salón al que nadie mira pero que si lo mueves unos centímetros te deja medio vacío. Ese libro al que nadie nunca lee pero nosotros protagonizamos sin poderlo evitar. Así.... queriendo sin querer.



¿Qué tal me va? ciertamente...descubrí que el mueble tiene cajones que me vinieron bien para guardar mis penas y tus palabras. No quiere decir que haya olvidado todo; el Sol no se tapa con un dedo. Pero al menos no te mantengo a la vista en cada momento y eso ayuda. Ayuda a no mirar a la izquierda para descubrirte a mi derecha. Y es que para verte de frente, tengo que mirar atrás y ya no quiero. No. Ya no...

Sosufer.

Comentarios

Entradas populares